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Liturgia

La celebración litúrgica es la acción sagrada por excelencia, ya que es obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, la Iglesia, y ninguna otra acción de la misma Iglesia la puede igualar. Por ello, las Hermanas, conscientes de la importancia de la Liturgia, la celebramos como un elemento fundamental para nuestra vida de consagradas.

La Eucaristía es el centro vital de cada una de nosotras y de nuestras Fraternidades. Participamos cada día en ella, aunque no todas las Hermanas pueden hacerlo, debido a los lugares aislados en que están establecidas varias de nuestras fraternidades.

Celebramos con la Iglesia los tiempos litúrgicos, especialmente los fuertes, que nos ayudan a vivir con plenitud los misterios de nuestra redención. Vivimos el tiempo litúrgico como un signo de salvación, y un modo de presencia de Cristo en el tiempo de los hombres.

El año litúrgico es un verdadero tiempo de gracia y de salvación, que recuerda y vive el misterio de Cristo, para hacerlo presente y actual en el tiempo de los hombres.

La estructura organizativa de la liturgia distribuye los distintos aspectos del misterio de Cristo a lo largo de un año, en los llamados tiempos litúrgicos:

  • · Adviento:  tiempo de esperanza, centrado en la venida de Jesús.
  • · Navidad:  tiempo de celebración del nacimiento del Señor.
  • · Cuaresma:  tiempo de penitencia, austeridad, oración, como preparación para la Pascua.
  • · Pascua:  tiempo de celebrar la resurrección del Señor y, por tanto, tiempo fuerte por excelencia.
  • · Tiempo durante el año:  en el que se profundiza en el mensaje de Jesús y su amor.

Es la oración destinada a santificar las horas del día y de la noche; es decir, todo el tiempo.

Las Hermanas rezamos, comunitariamente, Laudes, Vísperas y Completas. Los domingos y festivos añadimos la Hora Intermedia y, en los tiempos fuertes, algunos días celebramos, también comunitariamente, el Oficio de Lectura.

Laudes, como oración matutina, y Vísperas como oración vespertina, son los dos pilares del oficio divino. Las Laudes están dirigidas y ordenadas a santificar la mañana. San Basilio dice que al comenzar el día oramos para que los primeros impulsos de la mente y del corazón sean para Dios, y no nos preocupemos de cosa alguna antes de habernos llenado de gozo con el pensamiento en Dios.

Las Vísperas se celebran cuando ya declina el día. También San Basilio dice sobre ellas, que las rezamos en acción de gracias por cuanto se nos ha otorgado en la jornada, y por cuanto hemos logrado realizar con acierto. Las Completas son la última oración del día. Por ello se rezan antes del descanso nocturno.